lunes, 9 de marzo de 2015

Detención, juicio y ejecución de Alexandro Bóveda (I)

No, no dejo el estudio de aquella colección de personajes estalinistas que pulularon por Galicia en los años 40. Tan sólo introduzco por medio este tema. 

Con ocasión de que la Real Academia Gallega acordase dedicar el Día das letras a José Filgueira Valverde, pudimos ver uno de esos espectáculos en los que a determinadas minorías les sale un sarpullido. En fin, que no pierden ocasión de dejarnos regocijados. El sectarismo pretende que todo el mundo sea como el sectario, y en caso de no lograrlo, hace la vida imposible al diferente o lo pone de vuelta y media. Se "acusa" a Filgueira de haber sido alcalde de Pontevedra durante el franquismo, y procurador en Cortes; pero sobre todo y ante todo, el gran "cargo" que se le hizo fue no haber acudido como testigo al consejo de guerra que vio y falló la causa contra Alexandro Bóveda. Tururú. Historia nacionalista de la que dice la gente que es toda inventada. Esta hablilla fuera de propósito procede junto a una colección de disparates apasionados de similar calidad, de una biografía mendaz (esto por ser fino y educado) de Alexandro Bóveda. Vamos a ver a través de la causa que se instruyó a este individuo como fue la rebelión en Pontevedra; si el juicio fue una pantomima como sostiene la biografía-hagiografía a la que me refiero y que llega a inventarle el nombre de Alexandre, que no usaba, disparate parangonable a que a Ánxel Casal algún biógrafo le llamase Anxo, y a partir de ese momento, porque la historia nacionalista le llamase Anxo cada vez que nos refiriésemos a él lo hiciéramos como Anxo Casal (Xerardo Álvarez Castro: Vida, paixón e morte de Alexandre Bóveda, Buenos Aires, 1972); en la misma línea de considerar el juicio una pantomima está un pijín que parece descendiente suyo y se limita a repetir tópicos para mantener el mito, que como tal mito, no refleja casi nada de verdad. Y a estas alturas ¿no resulta llamativo que nadie haya publicado la causa contra Alexandro Bóveda? ¿No será que si se da a conocer se desmonta el mito que rodea a su protagonista y se pone de manifiesto la mendacidad de su biógrafo-hagiófrafo? Ya veremos que contra el reo que nos ocupa existen acusaciones muy graves e incontestables sobre su actividad delictiva; y no sólo procedentes de los porteros del Gobierno Civil, acusación esta que parece traumatizar tanto a Álvarez Gallego como al que creo descendiente de Bóveda. Si los modestos porteros les parecen a uno y otro personas sin luces suficientes y hasta humillante que se condenase a Bóveda por el testimonio de lo que vieron esos modestos trabajadores en el Gobierno Civil de Pontevedra mientras se preparaba la rebelión contra el Ejército, ya adelanto que la causa es muy rica en declaraciones de mayor consideración social, más presentables en el Casino (comisario jefe de Pontevedra, agentes de policía, funcionarios del Gobierno Civil, etc.) que se sostienen por su propio peso sin acudir a las declaraciones de los porteros, que por cierto no parece en absoluto que se aparten de la verdad.

De la causa contra Bóveda uno de los aspectos que más me sorprendió después de haberla leído fue que no se aludiese para nada al Santo Pucherazo del plebiscito estatutario gallego; ni a la actividad revolucionaria de Bóveda en octubre de 1934 que motivó su traslado forzoso a Cádiz. Tal vez las acusaciones que se hacen contra el galleguista por lo ocurrido en el Gobierno Civil de Pontevedra entre el 17 y 20 de julio de 1936 son de tal gravedad, la perversidad del acusado es tan evidente por la trascendencia que tuvieron los hechos que protagonizó, que no consideraron preciso en unos autos tramitados por el procedimiento sumarísimo remontarse más atrás para imputarle otros posibles delitos, como lo sería el electoral del plebiscito en el que cualquiera puede suponer que Bóveda tuvo un papel principalísimo.

Por último, sobre la cuestión del supuesto gobierno legítimo, hay que tener mucho pecho al hablar de gobierno legítimo para referirse al que teníamos en España el 17 de julio de 1936, máxime cuando se sabe que surgió de unas elecciones en las que hubo pucherazos en 12 provincias, que la Comisión de Actas entregó a la izquierda 32 escaños que había ganado en las urnas la derecha, etc. Hasta los periodistas ya no suelen referirse al gobierno legítimo y lo sustituyen por eufemismos como gobierno legalmente constituido, que tampoco es exacto. Sea como fuere, el movimiento cívico militar que se alza en armas contra quienes considera sus enemigos interiores, como en cualquier otro pronunciamiento, se considera el representante legítimo de la nación, siendo sus enemigos, rebeldes, traidores, etc. Así ocurrió con los luego denominados mártires de Jaca, que publicaron  este conocido y escueto bando considerándose los representantes del gobierno legítimo:

Como Delegado del Comité Revolucionario Nacional, a todos los habitantes de esta Ciudad y Demarcación hago saber:

Artículo único: Aquel que se oponga de palabra o por escrito, que conspire o haga armas contra la República naciente será fusilado sin formación de causa.

Dado en Jaca a 12 de diciembre de 1930

Fermín Galán.

La lógica de los alzados en julio de 1936 no difiere de la empleada en diciembre de 1930 --sin que recuerde que a Fermín Galán nadie lo tachase de fascista--, y nuestros alzados también se consideraron los representantes legítimos de la nación. Como los que consideraron ilegítimos representantes no aguantaron ni medio asalto en Pontevedra, fueron juzgados como traidores, rebeldes, o fusilados sin formación de causa, justo lo que harían los representantes del Comité Revolucionario Nacional en 1930 caso de triunfar.




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