jueves, 9 de octubre de 2014

De la guerrilla o de tener mal perder

Hay un librito de Manuel Astray Rivas que se titula Síndrome del 36. Su autor considera que los perdedores de la guerra se vieron afectados por un síndrome así. En mi opinión lo que afectó a los que padecieron ese síndrome fue el mal perder, esa mezcla entre envidia, resentimiento y frustración que les ocasionó haber perdido la guerra, como a los deportistas marrulleros. Algunos de los supuestos afectados se echaron al monte y se pusieron a servir al PCE, desarrollando acciones igualitas a las de la ETA: asesinando; secuestrando, aunque a diferencia de la ETA sólo por unas horas; extorsionando; poniendo bombas; y empleando un lenguaje pomposo, como la ETA, con el que pretendían dignificar acciones con las que caían al más bajo escalón moral. Si los etarras cobraban un impuesto revolucionario, los guerrilleros del PCE ponían multas o sanciones; si los de la ETA acababan con quien fuere, los guerrilleros decían que ajusticiaban, cualquiera puede suponer qué garantías procesales se otorgaban al acusado. Quiero decir con lo anterior que las acciones desarrolladas por el PCE en los años 40 --que llevaron a que fuese ilegalizado en Francia en 1950-- eran las mismas que desarrolló la ETA hasta hace dos días. La única diferencia se encuentra en los llamados apaleamientos, que no sé yo que desarrollase la ETA. Cuando los guerrilleros comunistas le pegaban un palizón a alguien o lo torturaban hasta la extenuación, decían que llevaban adelante un apaleamiento. En lo demás, la guerrilla de los años 40 y la ETA eran igualitas: ambas pretendían mediante acciones de terror, llegar al poder o llamar la atención para que los aliados les ganasen una guerra que ellos no habían sabido ganar pese a haberla comenzado con gran ventaja, como afirmaba con razón Prieto, toda vez que al comenzar la guerra el Frente Popular contaba con "todo el oro del Banco de España, todos los recursos válidos en el extranjero, todo el poder industrial de España, los recursos financieros" y además, la mayor parte del ejército, de la marina y de la aviación, de los generales, la agricultura más rica, la mayor extensión de costa, los principales depósitos de armas, la frontera con Europa, el reconocimiento internacional, las ciudades más pobladas...

En este contexto le voy a dedicar varias anotaciones a la guerrilla y sus fulanos para satisfacer una curiosidad personal que tras mis pesquisas sólo pude satisfacer en parte. A mí me contaron desde pequeño que el día que asesinaron a Arcadio Vilela, el Foucellas estuvo con otros en un tejadillo que había por la calle de la Cordelería, a la altura del primer piso de las casas de Comandante Fontanes, calle por la que también tenía su entrada el edificio en cuya fachada se leía en tipos de cemento: FRENTE DE JVVENTUDES . HOGAR JVVENIL JVAN CANALEJO. Desde ese tejadillo iluminaron con linternas la habitación de Julia y Carlos, que ya se habían acostado porque este último se levantaba muy pronto para acudir a su trabajo de exportador de pescado en el Muro. Carlos se quiso levantar al ver las luces pero Julia le suplicó que no lo hiciese y no se levantó. De ese tejado pasaron a la terraza de Carlos Puga Pequeño y desde esta a su casa --solar ocupado hoy por el hotel. Puga debió verlos y se fue hacia los sótanos con su esposa, escondiéndose de tal forma que los que se dicen del Foucellas no lo encontraron. Se toparon con Susana, ama de llaves de la casa, a la que zarandearon pese a que ya era una anciana preguntándole por el paradero de Puga, que se negó a revelar porque era una mujer fidelísima de aquella casa a la que había entrado a servir siendo aún niña. Aunque no pude documentar la presencia del Foucellas, la gente habla de este último de forma genérica para designar a cualquiera de aquellos terroristas, guerrilleros, bandoleros o más bien para mí, fulanos, y yo sospecho que fueron los mismos que a los pocos minutos debieron asesinar al periodista católico, Arcadio Vilela, mientras subía las escaleras que lo llevaban a la redacción de la Hoja Oficial del Lunes, en el edifico que ocupaba El Ideal Gallego en Rubine. Lo iremos viendo.



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