miércoles, 10 de septiembre de 2014

La explosión del polvorín del Orzán

Sobre las doce del mediodía del 21 de septiembre de 1942 ocurrió un hecho que quedó en la memoria colectiva de los coruñeses: la explosión del polvorín del Orzán. Este siniestro trajo consigo la muerte de una persona, las heridas de varias, y sobre todo lo que se recuerda es la rotura de multitud de cristales. No sé si decir que no quedó cristal sin romper en la ciudad, pero tal vez resulte significativo saber que rompieron cristales, de ventanas o de escaparates, desde las Atochas hasta por lo menos el entorno de la plaza de Pontevedra.

EMPLAZAMIENTO, DESCRIPCIÓN Y CONTENIDO

En la imagen aparece un boceto del recinto militar en el que se encontraba el polvorín del Orzán, hoy terrenos que ocupa en su mayor parte el Instituto de Monte Alto. En la vertical el punto en el que se cruzan los pabellones del centro estaba el polvorín propiamente dicho; sobre la pista de deportes, se encontraba el cuerpo de guardia.

El cuerpo de guardia estaba a unos 50 m ladera arriba del polvorín propiamente dicho. Constaba de dos habitaciones que se comunicaban entre si. En la más alta se encontraban los camastros de la tropa; la más baja era el despacho del comandante de la guardia. 

El polvorín aparecía rodeado por un muro perimetral de 7.4 x 11 m y 2.4 m de altura, al que se accedía a través del punto medio del lado Este. El edificio era de planta rectangular, de 3.4 x 7 m, dividido en dos piezas que no se comunicaban entre sí. Se accedía a ellas a través de dos puertas situados en los lados N y S. En la estancia situada al N se guardaba mecha. En la del S pólvora negra en distintas calidades y manufacturas. El piso era de cemento y las paredes de mampostería. El recinto formaba un polígono irregular en cuyos vértices se habían hincado estacas de madera.

Para dar una idea de la virulencia de la explosión, bastará decir que allí se guardaban 3.600 kgs de pólvora negra; más unos 111.000 elementos entre discos de pólvora, culotes, petardos y cebos; más unos 20.500 m de mecha rápida y lenta.

EXPLOSIÓN

La guardia del polvorín del Orzán estaba formada por un sargento que hacía de comandante de la misma, un cabo y cuatro artilleros del Regimiento de Artillería nº 48 de guarnición en el Cuartel de Zalaeta. De noche se reforzaba esta guardia con otros cuatro artilleros. En la mañana de ese día 21 de septiembre no ocurrió nada fuera de lo común. Vino un empleado de empresa que abastecía de electricidad las instalaciones para hacer la lectura del contador, pero como este se encontraba en el cuerpo de guardia, no pasó a otro lugar, siendo acompañado fuera del recinto en cuanto acabó su trabajo. También se introdujo una vaca a pacer en el interior del recinto, que fue alejada por el centinela.

El sargento comandante se llamaba José Manuel Paredes Ares, de 23 años, natural de La Coruña; y el cabo Enrique Rosich Torres, de 24 años y natural de Pierola (Barcelona). Los artilleros eran Camilo Opazo Carrasco, de 20 años, natural de Los Blancos y vecino de Rebordechao, ayuntamiento de Ginzo de Limia (Orense); Bernardo Nieto Rey, de 22 años, natural de La Bola (Orense); Alejandro Mosquera Estévez, de 21 años, natural de Beade (Orense); y Benjamín Montes Fernández, de 21 años, vecino de Barille en Carballino (Orense).

Parece ser que pocos minutos antes de las doce de la mañana se produjo la explosión. Esta hizo caer parte de la techumbre del cuerpo de guardia. De inmediato salieron los artilleros  y se encontraron con una extensión grande cubierta de humo, comprobando más tarde que había desaparecido el polvorín. Del medio del humo vieron salir al centinela, que lo era Camilo Opazo, quien se caía de las lesiones tan graves que sufrió y que no le costaron la vida porque estaba apoyado en la pared del pozo en el que moría el cable del pararrayos, y parece ser que este muro lo protegió de la onda expansiva.

LESIONADOS

El artillero Camilo Opazo fue el peor parado de la guardia al sufrir una rotura de bóveda craneana y conmoción cerebral. Pese a la gravedad de sus lesiones fue tratado en el Hospital Militar y se recuperó, siendo dado de alta el 11 de noviembre.

El cabo Enrique Rosich salió del cuerpo de guardia en cuanto se notó la explosión, socorriendo al centinela. Aunque en un principio no notó nada, a la media hora empezó a sentir molestias en la cabeza. Se le hospitalizó en el Militar en donde le diagnosticaron una conmoción cerebral. Fue dado de alta el 6 de octubre.

En la Prisión Provincial se produjo un gran boquete en su muralla y resultaron heridos con cortes en la cabeza como consecuencia de la rotura de cristales cuatro soldados del Regimiento de Infantería Zamora nº 29. Formaban parte de la guardia mandada por el alférez provisional de Infantería, Manuel Avrillón Barrenechea, coruñés con el que nos volveremos a encontrar cuando nos ocupemos de la detención y proceso contra los de la Lejía.

De la misma cárcel salía Ramona Pérez Agrelo, de 40 años, vecina de la zona de la Falperra. Venía según dijo de llevar la comida a un preso amigo, cuando al bajar las escaleras exteriores de la prisión le sorprendió el estruendo. Echó a correr horrorizada y cayó sin conocimiento, siendo arrollada por las piedras. De todo ello resultó con una fractura de pelvis. Fue alta en el Hospital Municipal el 8 de noviembre.

Además de estos, en la casa de la cetárea (aquí pintada en verde, demolida hace pocos años), cayó el techo y resultó lesionado un empleado. La Voz de Galicia al día siguiente cuantificó en 73 el número de heridos en toda la ciudad, la mayor parte leves, consecuencia de los cortes producidos por la rotura de cristales.

UN FALLECIDO

En la mañana de ese 21 de septiembre cuatro personas explotaban una cantera próxima al polvorín para Mármoles Escudero. Dos eran empleados de esa casa y otros dos, uno el contratista y el otro su hijo. A media mañana tres salieron hacia la población para almorzar. Cuando iban por la Carretera de Circunvalación les sorprendió el desastre. Cayeron derribados al suelo e incluso uno apareció distanciado de sus acompañantes. Con todo la peor parte se la llevó Francisco Souto Pita, de 38 años, bombero zapador del Ayuntamiento, contratista de Escudero en esa cantera y que resultó muerto. Las lesiones que reveló la autopsia (fractura múltiple de costillas, desgarro del corazón, etc.) parecen compatibles con el impacto de alguna piedra de buen tamaño.

CAUSAS

En un principio se apuntó a la posibilidad de una corrupción de la pólvora, pero pronto se supo que seis días antes se había hecho el reconocimiento mensual, visual y táctil, incluso se tomaron muestras para analizarlas en el laboratorio de la Maestranza y de las pruebas realizadas resultó que se hallaba en perfecto estado. Se reunió la Junta Facultativa de Artillería de la Plaza, quien dictaminó que no había datos suficientes para atribuir la explosión a una causa determinada. Como hipótesis apuntaron la posibilidad de una descarga eléctrica inadvertida, aunque no se encontraron señales en el pozo del pararrayos; también consideraron la hipótesis de un choque de hierro contra hierro en los refuerzos de los empaques como consecuencia de la vibración de puertas a causa del viento o el paso de carros o camiones por la carretera que hiciesen detonar la pólvora.

La historiografía local también especuló sin mayor fundamento con la posibilidad de un atentado de la guerrilla promovido por los servicios secretos aliados según algunos autores. Otros afirman que las radios extranjeras atribuyeron la explosión a la guerrilla. Yo no lo creo, ni con la ayuda de los servicios secretos ni sin ellos. A día de hoy se conocen con bastante detalle los atentados de la llamada guerrilla y no recuerdo autor que cite el relato de alguno de aquellos terroristas o cualquier otra fuente que relacione a la guerrilla con la explosión del polvorín del Orzán. A la altura de 1942 más que guerrilla había huidos, que mantenían una actitud pasiva. Podían atracar para subsistir, o enfrentarse con las fuerzas de orden público si se veían sorprendidos, pero en general no llevaban adelante acciones ofensivas hasta el año 1945 en que el PCE se hizo con el mando. Por otra parte, ¿iban a hacer explotar un polvorín en las inmediaciones de la cárcel, en donde estaban recluidos muchos de sus correligionarios? No parece razonable.




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